domingo, 20 de marzo de 2011

Faith...

Había llorado mucho y no me quitaba aún el dolor que sentía.
Tenía una necesidad de aferrarme a su cuerpo gélido y putrefacto, pues me reconfortaba tocarlo.
Unos cuantos cruzados estaban a mi alrededor llorando por su partida, y aunque permanecían con un rostro inexpresivo, las lágrimas corrían por sus mejillas sin detenerse.
Era el mejor de todos nosotros; un santo, un noble y fiel guardián de Dios, quién en su vida se dedicó a eliminar diablillos y expulsar demonios que poseían a personas inocentes, hasta que se enfrentó a Calamidad: un demonio de tamaño gargantuesco, cuyos dientes eran enormes, reflejando una boca babeante y de horrible sonrisa. No tenía ojos, pues se los había estirpado él mismo, dejando unos profundos orificios que cubría con cadenas que pasaba desde sus orejas a sus parpados, patas de cabra y brazos infectados de lepra.
¿Quién se podría enfrentar a una abominación de tal tamaño?
Ya no quedaban esperanzas... El mejor había caído. Sólo podíamos esperar nuestra muerte, pues a nuestro alrededor, merodeaban miles de criaturas demoníacas, muertos vivientes y otros espectros diversos.
Para mayor desgracia, Calamidad había llegado a la zona donde estabamos resguardados y percibía nuestra respiración... no les costó mucho ordenar que decenas de sus criaturillas se abalanzacen sobre nosotros y fueran dando muerte a los pocos que ibamos quedando.
Finalmente, sus alimañas lograron capturarme y llevarme junto al cuerpo del santo hasta sus pies.
No puedo olvidar su sonrisa vil y plena de morbo, pensando quizás en lo que podría hacer conmigo...
"¿Aún te aferras a un hombre ya muerto?" Me preguntó al ver que yo no soltaba el cadáver de mi amado.
No respondí nada... Sólo podía llorar y rezar en mi mente por un milagro. ¿Era acaso éste el destino que Dios nos tenía a todos preparados?
Fue entonces, que sus alimañas me separaron a la fuerza del cadáver y me sostenían, mientras yo gritaba e intentaba en vano zafarme.
Calamidad se acercó a los restos de mi amado y lo levantó con dos de sus asquerosos dedos. Lo acercó a su boca... Y lo masticó...
Vomité al ver la escena. No podía creer lo que mis ojos veían. El demonio saboreaba la carne semipodrida con su boca y sus esbirros reían al ver cómo reaccioné.
Entonces, ocurrió algo inesperado. No sabría describirlo como coincidencia o milagro, pero Calamidad comenzó a actuar extraño. Dejó de respirar súbitamente y se llevó sus garras a la garganta, tratando de escupir la carne que se había tragado.
Sus esbirros, asustados, no supieron que hacer. Comenzaron lentamente a retroceder, hasta que finalmente se echaron a correr hasta desaparecer entre medio del campo.
Yo me mantuve atónita frente a la escena. Frente a mis ojos, el monstruo se estaba muriendo.
Cayó de golpe al suelo, aún con arcadas y apretándose firmemente la garganta.
Irónicamente, el santo había dado muerte al demonio, ya estando él mismo muerto.
Después de unos minutos, logré finalmente incoporarme y pude dedicarle un tiempo a mirar el cielo...
"Gracias..." Fue lo único que le pude decir...

1 comentario:

salzikrum dijo...

como te extraño!.... quisiera que platicaramos una de estas veces, tan solo para revivir lo bien que se sentía! te mando un beso donde quiera que estes.